Editorial #81: Viejo y querido fútbol infantil

Tiro libre. Mitad de cancha. Posición de viejo 10. Volante por izquierda. Cerca de la mitad de cancha. Soy diestro, entonces la pelota se va a cerrar hacia el arquero. La peina un compañero y entra. Tengo la 10 y soy el goleador del equipo. Posta. Pero igual tengo 11 años. Soy medio rellenito y le saco una cabeza a todos. Solo con levantar la pelota del piso tengo grandes chances de hacer un gol. Futbol infantil. Oh viejo y querido futbol infantil.

Entonces tiro libre. Cancha de 11, claro. Pasto. Día gris, frío. Medio húmedo. Voy a patear. Tengo el banco de suplentes atrás. Tomo carrera y mi DT me dice: “no le vas a pegar mal, ¿no?”

Un hombre muy parecido al fontanero Mario Bros y con aliento a milanesa. ¡LO YETIÓ TODO, PIFIÉ! La pelota se fue hacia el punto del penal. Generé la contra y gol de ellos. ¡LA PUTA QUE TE PARIÓ, BIGOTE!

Imagínense, un niño de 11 años… abatido. Pero con bronca, mucha bronca.

Sacamos del medio y, con esa furia encima, le pegué desde ahí, con toque previo, y se la puse por encima al arquero, que estaba adelantado… yo era gordito, tenía fuerza y era el goleador. Goleador infantil.

Mientras festejaba el gol recuerdo que se me vino la imagen a la cabeza de un lindo contrataque del Deportivo Español en la Bombonera, que definió otro 10, Hugo Castillo, que tenía el pelo “a dos aguas”, igual que yo en esos partidos hermosos de fútbol infantil. Infantil y goleador.

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